Conclusiones

Que de Viento sean mis huellas.
Pervivan allí
donde hayan rozado una esquirla de intimidad.

Honro a la honra hacia la humana pérdida,
devoto soy,
del acompañamiento que es la comprensión,
de su silencio más fiel y acérrimo,
del puro cariño.

Sigue ahora la historia.
No es el pesar de un fracaso,
más bien,
la ineptitud ante la finita capacidad de los actos.
Quisiera traspasar la barrera de lo dado.

Vuelve ahora, tú, ermitaño
al vagar de los sueños.

Luce el descanso como una miríada,
libertad
donde te comprendes.

Malas noticias

Se bifurca la emoción ante la desdicha.

No hay planes válidos
y nada se exalta,
transcurren mansas la aceptación y la pena.

Es éste el devenir,
aprendizaje a través de la palabra;
transcurso.

Cuánto misterio
-indaga-
tras las vertientes de una voz entre el llanto
y la comedida fe,
la súplica interina
de no verse abocada la persona a la confrontación.
-Indaga en los gestos con benevolencia-.

Surgen los trazos vitales
allí donde más abierta se muestra la Verdad.

Hoy sí creo que es humana,
cuando se me ofrece limpia
-que no impoluta-
y llevada a la voz
con la ternura que sólo el cansancio de la redención ante lo correcto otorga.
El humano deber,
susurrado por el Viento.

Hábitos del silencio

No son trizas, ni pedazos,
ni fragmentos de posibilidad.

Íntegras verdades nos dominan.

Una conciencia desprovista de velo
viene a arrojarnos ante nuestro yo.
Qué imperturbable el sentimiento de saberse
una nada solemne.

Conseguir honrar cada gesto,
habiendo concebido la honra como
la inherente fidelidad hacia lo bueno.

Sé que la mirada limpia drena la indiferencia
aproximarse es
Verbo misterio;
afán y códice
para toda persona sierva de la humana bondad.

No es esta una plegaria
-tal vez teogonía de la palabra-
tampoco un salmo,
sí mi yo compartido
símil al tuyo.

Porque hay una querencia al éxtasis,
que no es triunfo
Una desfigurada búsqueda,
que no es indigna.
Un lastre común,
aquello que impotentes llamamos vacío.
Calma de razón y espíritu
si existen razón y espíritu.

Sé que comparto contigo un atroz delirio.

Más de un deber en ti y en mi irrumpen
y sin aliento tratamos de resolver su jerarquía.

Cultiva el Verbo Maestro.
Se impone el deber primigenio con claridad
sentirás una vergüenza henchir tu pecho.

Cuestan actos comunes,
los ritos diarios;
y en el cansancio huimos del enigma.
Pienso en el significado y diferencia
entre suficiente y necesario
y ahondo la duda
en el pozo de un sueño que no tiene fin.

¿Es dignificarse un verbo vacío?

Sé que algo surge,
algo vive al decir digno;
y una respuesta hay tras preguntarse
si esa palabra es un artificio o
místico emblema de lo vivo.

No quiero que la palabra dañe.
Sí instruirme honestamente en promulgar indicios
y pesa una triste responsabilidad
pues hay un lastre en la bondad del cariño.

¿Cómo se promulga con lo que no puede ser dicho?

Hábitos del silencio

No son trizas, ni pedazos,
ni fragmentos de posibilidad.

Íntegras verdades nos dominan.

Una conciencia desprovista de velo
viene a arrojarnos ante nuestro yo.
Qué imperturbable el sentimiento de saberse
una nada solemne.

Conseguir honrar cada gesto,
habiendo concebido la honra como
la inherente fidelidad hacia lo bueno.

Sé que la mirada limpia drena la indiferencia
aproximarse es
Verbo misterio;
afán y códice
para toda persona sierva de la humana bondad.

No es esta una plegaria
-tal vez teogonía de la palabra-
tampoco un salmo,
sí mi yo compartido
símil al tuyo.

Porque hay una querencia al éxtasis,
que no es triunfo
Una desfigurada búsqueda,
que no es indigna.
Un lastre común,
aquello que impotentes llamamos vacío.
Calma de razón y espíritu
si existen razón y espíritu.

Sé que comparto contigo un atroz delirio.

Más de un deber en ti y en mi irrumpen
y sin aliento tratamos de resolver su jerarquía.

Cultiva el Verbo Maestro.
Se impone el deber primigenio con claridad
sentirás una vergüenza henchir tu pecho.

Cuestan actos comunes,
los ritos diarios;
y en el cansancio huimos del enigma.
Pienso en el significado y diferencia
entre suficiente y necesario
y ahondo la duda
en el pozo de un sueño que no tiene fin.

¿Es dignificarse un verbo vacío?

Sé que algo surge,
algo vive al decir digno;
y una respuesta hay tras preguntarse
si esa palabra es un artificio o
místico emblema de lo vivo.

No quiero que la palabra dañe.
Sí instruirme honestamente en promulgar indicios
y pesa una triste responsabilidad
pues hay un lastre en la bondad del cariño.

¿Cómo se promulga con lo que no puede ser dicho?

¿No se cansan los hombros de aquellos quienes cargan constantemente con el hacha?
Cuál será el liviano gesto,
la más cotidiana hazaña,
el haz o resorte
que logre incidir en el que es el centro mismo de lo vivaz.

-Oigo, en el fondo,
un clamor. 
Partícipes somos.
Incitad vuestros oídos a él,
Escuchadlo.-

Qué gesto o palabra será 
quien haga deponer el hacha,
descargar los hombros que nunca parecen estar cansados.

Palabra y gesto haciendo capitular 
al hacha del gesto y la palabra.
Bajo el manto del sesgo,
se desgrana la carne de la sangre y la razón.
Dónde queda el origen de la más nítida voluntad de hallar
la Verdad fraterna,
cúal es el canto capaz de aplacar la inclinación hacia la incontinencia de la ira,
qué fuente riega sus simientes 
y porqué hay manos dispuestas a cuidar el espinoso fruto,
Alimentarse de él.

Existe un dolor de eternitud,
"Sansueña" y su "hacha amarilla", 
tan eficaz como poco certera.
Mutilados henos aquí, 
Adeptos a las sombras de tela, 
reino donde el sol quema.

Simples iremos a morir,
siempre el mismo canto, ahogado y desatendido
y el llanto de la libertad mancillada,
nombrada en vano,
incomprendida y tergiversada.
Y la condena de la cerrazón a lo profundo,
la virtud siempre corrompida, 
el afán al bando, 
la demagogia y su camadería,
el heroísmo vacuo,
ínfulas y sentido de pertenencia 
por mero desamparo.

Pertenecer es estar reglado.

En el origen se halla la nitidez.

Miscelánea del sentimiento

De dónde viene la ira contra nadie.
El hartazgo que pretendemos aplacar a golpes de llanto,
ejercitando el grito,
apretando puños,
apretando mandíbula,
apretando sien.

¿Tú también sientes esa indefinible congoja en el cuerpo?

De ceño fruncido y mirada perdida.
Así también las palabras.

Y el itinerario de búsqueda que persiste.
La abominable empresa de seguir,
el motivo místico
– ¿el miedo?-.

Una quietud,
desahogo contenido,
y el tiempo como mecanismo y herramienta;
como recompensa, plenitud y nadería.

De la raza de la duda somos.

Habla

Habla.


Haz que tu voz suene sincera,
sea sincera,
y porte con ella el tono alegre de la Verdad.
Aunque sea su mensaje duro, triste o famélico.

Muestra la humanidad que contienes,
imperfecta e insolente,
dubitativa,
miedosa,
cálida y entregada;
imperante del cariño que nos liga íntimamente.

Que tu voz no sea un subterfugio,
sólo claridad.
Simple presagio o constatación.

Hay nobleza en la fidelidad de la voz con el sentimiento.
Vivir sin enigmas es el sueño.

Habla
para que tu voz se afiance en la comprensión,
te constate humanamente.
Que te voz sea presente,
como lo es tu idea.

Habla para enraizar en lo fraterno,
ser.
Para entregar tu simple y válida ofrenda;
tu voz como dicha.

No sé si la voz es en sí un pacto,
si la porta un compromiso,
pero sí intuyo su intención.

Habla con la cautela del Canto,
del silvo de las aves
del rumor de los cauces,
de la armonía irreconocible del Viento.
Que tu voz no te pese y a su vez,
aligere allá donde llegue.

Verás así una posibilidad.
Una célebre causa que insufle virtud,
una exaltada, pero justa, alegría.
Allí donde tu voz suene,
procura que sean buenos y fértiles sus designios.

Que la huella de tu voz sea como la del tiempo.

Culto originario

¿Cuánta vida queda de lado?
Es la pregunta célebre,
aún así permanece indeleble la risa,
culto originario.

No quiero que se malinterprete mi herencia.

Si mis palabras se intuyen obcecadas en la penumbra de la mente,
turbadas en el sentimiento
como lastre del ímpetu;
nada más lejos de lo cierto están.

Yo, que soy aprendiz del Canto
entono la palabra con ilusión;
florecer la índole humana es su fin,
un abrazo
en el que el cariño es certero e indudable.

Tan simple como la risa.

Destino es,
y su mera idea es el camino.

Contra la Esfinge

Mirar con calma la crudeza del mundo.
Obstinado en ser orfebre de la contemplación,
sentir orgullo del júbilo ajeno,
comprobar que sigue habiendo lugares donde la vida despunta.

No elucubrar sobre el enigma del ser,
abrazar de nuevo a la perturbadora clarividencia del descanso;
atestiguar lo que en él se muestra.

Retomar las llamadas telefónicas para saber,
huir de esa manera del peor de los ensimismamientos
cuando el yo trata de imperar sobre los verdaderos motivos.

Permitirse reclinarse en el sofá,
coger un libro,
adentrarse en él,
saciarse de palabras ajenas que nutren a las propias.
Responder así correctamente a la Esfinge.

La luz

«…la luz de la mente humana son las palabras claras, libres de ambigüedad y depuradas por definiciones exactas; la razón son los pasos que damos, el aumento de la ciencia es el camino; y el beneficio de la humanidad es el fin. »

Thomas Hobbes. Leviatán. Parte I. Cap. IV.

He querido
-y quiero-
imitar el Canto.

Pero no hay ahora palabras.
Ni profundas, ni clarividentes.
¿Dónde quedan,
en qué profundidad se van aposentando?
¿Qué formas forman en el indeterminado lugar de un adentro?

Son muchas las preguntas del silencio.

Espero a un nuevo idioma.
Uno que comande a la posibilidad,
y permita,
ser comprendido sin esfuerzo por su proximidad
a lo veraz de cada interior.
Que sea símil del sentimiento y la emoción.

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