No son trizas, ni pedazos,
ni fragmentos de posibilidad.
Íntegras verdades nos dominan.
Una conciencia desprovista de velo
viene a arrojarnos ante nuestro yo.
Qué imperturbable el sentimiento de saberse
una nada solemne.
Conseguir honrar cada gesto,
habiendo concebido la honra como
la inherente fidelidad hacia lo bueno.
Sé que la mirada limpia drena la indiferencia
aproximarse es
Verbo misterio;
afán y códice
para toda persona sierva de la humana bondad.
No es esta una plegaria
-tal vez teogonía de la palabra-
tampoco un salmo,
sí mi yo compartido
símil al tuyo.
Porque hay una querencia al éxtasis,
que no es triunfo
Una desfigurada búsqueda,
que no es indigna.
Un lastre común,
aquello que impotentes llamamos vacío.
Calma de razón y espíritu
si existen razón y espíritu.
Sé que comparto contigo un atroz delirio.
Más de un deber en ti y en mi irrumpen
y sin aliento tratamos de resolver su jerarquía.
Cultiva el Verbo Maestro.
Se impone el deber primigenio con claridad
sentirás una vergüenza henchir tu pecho.
Cuestan actos comunes,
los ritos diarios;
y en el cansancio huimos del enigma.
Pienso en el significado y diferencia
entre suficiente y necesario
y ahondo la duda
en el pozo de un sueño que no tiene fin.
¿Es dignificarse un verbo vacío?
Sé que algo surge,
algo vive al decir digno;
y una respuesta hay tras preguntarse
si esa palabra es un artificio o
místico emblema de lo vivo.
No quiero que la palabra dañe.
Sí instruirme honestamente en promulgar indicios
y pesa una triste responsabilidad
pues hay un lastre en la bondad del cariño.
¿Cómo se promulga con lo que no puede ser dicho?
Hábitos del silencio
No son trizas, ni pedazos,
ni fragmentos de posibilidad.
Íntegras verdades nos dominan.
Una conciencia desprovista de velo
viene a arrojarnos ante nuestro yo.
Qué imperturbable el sentimiento de saberse
una nada solemne.
Conseguir honrar cada gesto,
habiendo concebido la honra como
la inherente fidelidad hacia lo bueno.
Sé que la mirada limpia drena la indiferencia
aproximarse es
Verbo misterio;
afán y códice
para toda persona sierva de la humana bondad.
No es esta una plegaria
-tal vez teogonía de la palabra-
tampoco un salmo,
sí mi yo compartido
símil al tuyo.
Porque hay una querencia al éxtasis,
que no es triunfo
Una desfigurada búsqueda,
que no es indigna.
Un lastre común,
aquello que impotentes llamamos vacío.
Calma de razón y espíritu
si existen razón y espíritu.
Sé que comparto contigo un atroz delirio.
Más de un deber en ti y en mi irrumpen
y sin aliento tratamos de resolver su jerarquía.
Cultiva el Verbo Maestro.
Se impone el deber primigenio con claridad
sentirás una vergüenza henchir tu pecho.
Cuestan actos comunes,
los ritos diarios;
y en el cansancio huimos del enigma.
Pienso en el significado y diferencia
entre suficiente y necesario
y ahondo la duda
en el pozo de un sueño que no tiene fin.
¿Es dignificarse un verbo vacío?
Sé que algo surge,
algo vive al decir digno;
y una respuesta hay tras preguntarse
si esa palabra es un artificio o
místico emblema de lo vivo.
No quiero que la palabra dañe.
Sí instruirme honestamente en promulgar indicios
y pesa una triste responsabilidad
pues hay un lastre en la bondad del cariño.
¿Cómo se promulga con lo que no puede ser dicho?