Se nos ha dado la opción.

Perseguimos la lucidez como verdad o éxito,
lo correcto,
consecución del transito del que vive.

Insistimos en hallar las formas,
en el logro,
del plácido acierto.
Y nos rondan los pensamientos,
como el sentir.

Ya no la duda ni la pena,
pero sí un marasmo, que íntegro reverbera.
Ya no una carencia,
pero sí un letargo.

A la fuerza nos llega.
Paulatino discurre y nos abarca cuando
tomada la decisión,
comprendemos.

Es la mística de los sucesos,
los ápices del parcial arrepentimiento;
a la fuerza nos llega el amor, previo aún, a un recuerdo.
Se nos ha dado la opción,
a nosotros,
que no sabemos.

Es esta nuestra condena al misterio.

Y sucede.
Con la calma que requiere cada acto,
sin más preámbulos ni ornamenta
asumes quietamente el devenir de lo no sabido,
y de lo sí sabido,
bajo la tutela del tiempo difuso.

En ti,
hecha propia anida la resolución,
y no puedes sino contrariar las partes de tu legado humano:
confrontar los tiempos;
asumir cómo se perpetúa lo perpetuo.

El estigma:
Huérfanos de criterio.

Dueños de nada -ya lo sabemos-,
la duda incesante sobre el ritmo al que obedecemos;
entregados al suceso
avanzan los hechos.

Hito humano,
se va formando hoy un perenne recuerdo.

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