Es de interés determinar de manera correcta la diferenciación entre ambos conceptos pudiendo otorgarle a cada uno de ellos un sentido lo mayoritariamente estricto y sólido para, en relación a los mismos, desarrollar un base fundamental en el estudio que se pretende realizar sobre la ética y la moral.
Hasta el momento se ha hablado de la representación como un acto del individuo hacia lo exterior y también hacia sí mismo desde la observación y el análisis, es decir, desde el proceso racional de lo percibido.
Si ahora tomamos el resultado final de la representación propia, el concepto de lo que entiende la persona que es y la conforma, podemos designarle la etiqueta práctica de auto- representación. Debemos considerar la auto-representación como la entidad más pura que una persona posee respecto a su conciencia de existencia y modo de ser. No se afirma aquí que se trate de un concepto invariable o perfectamente definido. Tampoco como una entidad estanca a la relación con el exterior, no hablamos de una cualidad innata; la auto-representación es el resultado de todos los procesos vividos por cada individuo mediante los cuales éste se define íntimamente en el mundo.
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