Carne sin impulso.
Darse a la contemplación,
y efectuar un registro de las vidas de forma burocrática.
Censar el éxtasis y el desamparo.
Liberar el auge del pecho,
y aunarlo.
Aparecer por primera vez
para así poder descubrir propiamente
el efecto de fructificar.
Tener una historia digna.
Ser merecedor de la dádiva
y honrarla.
Crear lazos y extenderla,
definir la perfección a raíz de lo entregado,
comprender la entrega sólo como un acto natural;
brindar sin ópulos todo
siendo todo.
Y todo siendo inmaculado.
La dulzura estableciéndose en todos los interiores.
Albergar la gratitud de toda insignificancia
y hacerla prominente;
un ajuar infinito,
una entrega sin contemplaciones.
Respiración y sonrisa acompasadas,
íntima unión inalienable.
Bondad y compasión instaurando
la veraz justicia,
y hacer de su significado
una inmarcesible entidad.
Extinguir así las dudas
y con ellas
lo inhumano.
Acometer la plenitud con tanta simpleza
como el hecho de estar.
El dolor de un sueño.