El sueño de la carne.

Carne sin impulso.
Darse a la contemplación,
y efectuar un registro de las vidas de forma burocrática.
Censar el éxtasis y el desamparo.

Liberar el auge del pecho,
y aunarlo.
Aparecer por primera vez
para así poder descubrir propiamente
el efecto de fructificar.
Tener una historia digna.

Ser merecedor de la dádiva
y honrarla.
Crear lazos y extenderla,
definir la perfección a raíz de lo entregado,
comprender la entrega sólo como un acto natural;
brindar sin ópulos todo
siendo todo.
Y todo siendo inmaculado.
La dulzura estableciéndose en todos los interiores.

Albergar la gratitud de toda insignificancia
y hacerla prominente;
un ajuar infinito,
una entrega sin contemplaciones.
Respiración y sonrisa acompasadas,
íntima unión inalienable.

Bondad y compasión instaurando
la veraz justicia,
y hacer de su significado
una inmarcesible  entidad.
Extinguir así las dudas
y con ellas
lo inhumano.

Acometer la plenitud con tanta simpleza
como el hecho de estar.

El dolor de un sueño.

Todo el peso/ya está.

Todo el peso
de la pena y el cansancio
de todos;
todo el peso.

Todo el peso de la angustia y del miedo,
todo el peso
y todos los silencios también.

Toda la ira aplacada
la contención
de todos los gritos.
Todo el peso

de todos,
todo el peso.

Todo el peso de
todos los ímpetus ajados,
de todos,
de todos los intentos frustrados
y la deriva
de los deseos.

 

Ya está…
pronunciarlo con tanta levedad,
con tanta dulzura,
y hacer así
que las palabras penetren  hasta lo ínfimo.

Ya esta…
y ver medrar
la mayor de las paces calmas,
el desvanecer de todos los pesos.

Pronunciarlo con tanto amor
con tanto
que se instaure vivamente la validez
de todos los alientos

de todos.

Ya está…
como un devenir de nuevos tiempos.

Blog de WordPress.com.

Subir ↑